Si aún no estás familiarizado con el término “fintech”, más vale que te pongas las pilas, porque esta nueva corriente financiera ha llegado para quedarse y apuesta por convertirse en la gran revolución del sector a nivel internacional en los próximos años.
“Fintech” es la voz inglesa con la que nos referimos al sector tecnofinanciero, es decir, aquel en el que las empresas se sirven de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación para diseñar servicios financieros renovados, es decir, más rápidos, más eficaces, menos costosos y más globales. Por extensión, el término se utiliza también para designar al conjunto de dichas entidades.
Así, empresas como Contante, ponen las cosas más fáciles a aquellos consumidores que necesitan un préstamo rápido que no les obligue a contratar servicios añadidos, invertir sin moverse de su salón o gestionar y controlar sus cuentas bancarias desde el propio smartphone.
Pero, ¿por qué estamos obligados a familiarizarnos con este tipo de empresas? Porque las “fintech” han nacido con una clara vocación de crecimiento y expansión que tiene en jaque a la banca tradicional. De hecho, estas “startups” ya han captado buena parte del mercado hasta ahora controlado por los grandes grupos financieros gracias a su capacidad innovadora y enorme atractivo para el nuevo consumidor digital.
Tanto es así que hace poco conocíamos por la prensa nacional que las “fintech”, en España, prevén un crecimiento de hasta el 33 % a lo largo de 2017, lo que significa un volumen de inversión superior a los 250 millones de euros según la Asociación Española de Fintech e Insurtech (AEFI). Para la consultora McKinsey, solo harán falta diez años más para que las “fintech” representen el 40 % de los ingresos globales por servicios financieros.
La tecnología, la razón de ser de estas nuevas empresas de productos financieros, concede todas las ventajas que un consumidor e inversor puede pedirle a una entidad de este tipo:
En definitiva, internet se lo ha puesto en bandeja a todas esas pequeñas empresas que desean ofrecer servicios financieros a bajo coste y nivel internacional.
De hecho, las ventajas que presentan todas ellas son precisamente los campos de batalla en los que deberán entrar los bancos y cajas tradicionales si quieren recuperar, o al menos afianzar, su cuota de mercado.
Estas nuevas empresas financieras tecnológicas también se enfrentan a grandes retos que intentan alcanzar, de forma conjunta y a nivel internacional, para crear un marco cada vez más estable y seguro de cara al usuario. Se trata de la innovación constante en la seguridad de las herramientas de operación y medios de pago, la gestión de datos de clientes y big data, la creación de nuevos productos segmentados y adaptados a cada tipo de usuario, la introducción de nuevas experiencias en marketing digital, la simplificación de procesos, la creación de un marco legislativo y regulatorio a la altura de las expectativas, y la ratificación de un código ético de buenas practicas para el sector.